En el video cuyo enlace está un poco más abajo, podemos apreciar el ensayo de resistencia de una construcción experimental hecha de adobe reforzado con geomalla , usando el simulador de sismos del Laboratorio de Estructuras de de la Facultad de Ingeniería Civil de la Universidad Católica del Perú. Esta unidad es de origen japonés:
http://www.youtube.com/wat
Después de éste fuerte terremoto simulado, sólo observamos daños en el estuco y en la parte inferior de una ventana, lo que representa un daño estructural menor (No se puede determinar los grados Mercalli en la simulación, porque esto va a depender entre otros factores de la calidad del suelo)
El uso de la geomalla es quizá la mejor alternativa técnica para reconstruir las Zonas Típicas dañadas por el terremoto.
Es un material, con el cual se cubre el adobe antes de estucarlo, es barato y hace mucho más segura a esta técnica tradicional.
Las paredes pueden ser levantadas incluso por una sola persona, mientras que para cocer las tejas que las van a cubrir se necesita de cierta coordinación.
A este tipo de estructura se les podría agregar quizá otros elementos para hacerla aún más resistente: pies derechos, diagonales, escuadras en las esquinas, refuerzos internos en madera rolliza que unan los bloques, etcétera.
El costo de construir en adobe va a ser siempre muchísimo menor que levantar muros en concreto armado, porque la tierra que se va a ocupar para hacer paredes y techos es un bien gratuito, y porque con esta materia prima se puede aplicar la autoconstrucción.
Es importante también considerar las ventajas que tiene la tierra si se usa para levantar muros, en el sentido que ella tiene las mejores propiedades de aislamiento térmico, superior a cualquier otro material moderno. Esto es válido también para las tejas de barro cocido.
Hoy los habitantes de Vichuquén, uno de los bellos pueblos de la zona afectada por el sismo del 27 de febrero, están participando activamente en la restauración de su Zona Típica.
La reconstrucción de los pueblos de adobe de la Zona Central afectados por el terremoto tiene dos imperativos importantes:
En primer lugar está el aspecto histórico, patrimonial, relacionado con nuestra identidad como nación, con la necesidad de que tenemos como país de preservar materialmente nuestro pasado urbano.
En segundo lugar esta el aspecto económico.
Porque el que los vichuqueninos hayan decidido reconstruir su pueblo a la manera tradicional pero ahora reforzando los muros, no es sólo una actitud relacionada con la nostalgia y la historia, sino que también con el presente, con los beneficios económicos de mantener a un pueblo rural con sus caracterísiticas tradicionales, que son tan atractivas para los visitantes proveniente de las grandes ciudades.
De esta manera, El turismo rural en sus distintas variantes tendrá en el patrimonio arquitectónico de Vichuquén, —y en el de de los pueblos del Valle Central que quieran emular esta experiencia—, un importante punto de partida para su desarrollo, lo que en los últimos años, antes del terremoto, ya empezaba a perfilarse.
Conviene mirar la realidad. Aunque las autoridades tengan las mejores intenciones, sean éstas del gobierno, de los respectivos municipios o del Consejo de Monumentos Nacionales, no hay recursos suficientes para destinarlos a la reconstrucción de todas las Zonas Típicas dañadas por el terremoto. La pasividad de las comunidades involucradas podría llevarlas a su definitiva desaparición.
En Vichuquén, gracias a la conciencia patrimonial de sus habitantes, de 100 casas de la Zona Típica y de otras aledañas, sólo 16 serán demolidas para ser reemplazadas por nuevas construcciones en adobe sismoresistente. El resto de las casas están siendo reparadas y reforzadas con geomalla .
Es que por este pueblo no pasó el apresurado frenesí demoledor de las palas mecánicas. Al contrario, los vichuqueninos protegieron de la humedad amorosamente sus casas dañadas con polietileno.
Si Vichuquén ya está en plena reconstrucción, es por la conjunción de tres factores: la participación de sus habitantes, la asesoría de un organismo técnico oficial, el SENCICO del Perú (Servicio Nacional de Capacitación para la Industria de la Construcción), y el aporte financiero del sector privado, en este caso la empresa minera Barrick.
Este modelo de reconstrucción, que conjuga la autoconstrucción más apoyo técnico y pecuniario, es sensato y realista.
Cada pueblo poseedor de inmuebles históricos dañadas por el terremoto: Rere, Lolol, Curepto, Chanco, Cobquecura, Putú, Pumanque, San Pedro de Alcántara, Zúñiga y tantos otros, debería replicarlo.
Pero los habitantes de estas pequeñas ciudades rurales, depositarias de nuestro pasado urbano, necesitan por lo menos un empujoncito de las autoridades,
sean estas del Ministerio de la Vivienda o del Consejo de Monumentos Nacionales.
Porque éstas comunidades se encuentran todavía en un "estado de negación patrimonial", mezcla de la perplejidad que naturalmente les provocó el terremoto, las angustiosas incertidumbres de cara al futuro, y por el efecto de alrededor de 100 años de denostación del material del que estaban hechas todas las ciudades del Valle Central hasta no hace mucho: el adobe.
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